Friday 13 May 2011

Viernes 13-05 *Madurodam


La consigna era levantarme a las 6, para bañarme antes que Leti y salir a las 7 para Madurodam.

A las 4 de la mañana me desperté porque en mi sueño Leti venía a darme un remedio para la garganta. A ella le había dolido durante el día (en mis sueños) y había ido al médico. Como le dieron dos frascos de medicamento en lugar de uno, decidió administrarme el sobrante “por las dudas que a mi también me doliera”…

A las 5 me desperté porque se me habían acalambrado las pantorrillas y el dolor era tal que tuve que pararme para que se distendieran un poco… De todos modos me quedaron doloridas, pero me volví a dormir.

A las 6 Leti (que no confiaba en que me despertara con el teléfono) volvió a mi cuarto pero esta vez ya no para darme la “medicina por las dudas” sino para avisarme que era la hora de levantarme.

Bueno…, así comenzó el día, bastante sobresaltado. Sería que tenía miedo de viajar en tren? No veo por qué, ya que iba con Leti y no me podía perder de ninguna manera…

El viaje es el mismo que Leti hace todos los días desde que comenzó a trabajar en Shell: en coche de casa a la estación de Purmerend. Allí tomamos un tren hasta Schiphol. Aquí quiero acotar que en el recorrido de Purmerend hasta Schiphol pasamos por Amsterdam Sloterdijk, el horrible lugar donde tuve que bajar y me perdí la primera vez que fui a Hoorn… Hoy vi nuevamente esa estación y me doy cuenta de lo comprensible que fue mi susto al verme tan lejos y sin tener idea de cómo volver…

Hoy le decía a Leti que lo primero que pensé fue en bajar a las vías y comenzar a caminar en sentido inverso…, pero el problema es que hay tantas bifurcaciones (la red ferroviaria holandesa es tan increíble como sus rutas) que no hubiera sabido para dónde tomar… Menos mal que pude salir de ese atolladero…

Una vez que llegamos a Schiphol debimos cambiar de tren para tomar otro que nos llevaría hasta Den Hague.

La Estación de Schiphol (que debía haber reconocido porque está debajo mismo del aeropuerto. o sea donde tomé el primer tren el día de mi llegada) es enorme. Está llena de gente con maletas que va de un lado para el otro; se escucha hablar en muchos idiomas, hasta castellano!! Hay muchos negocios, hasta supermercado!!

Tomamos el siguiente tren, puntualmente, y finalmente llegamos a Den Hague Station Centraal. Esta estación no es comparable con la de Schiphol y mucho menos con la de Amsterdam Centraal, pero es bastante grande también.

De allí tomamos el tranvía N° 9, que después de unas 8 estaciones nos dejó en la puerta del Parque Madurodam. Hubo un cambio de planes y Leti decidió acompañarme al parque durante mañana hasta el mediodía y luego ir a su trabajo porque tenía unos encuentros virtuales pautados con gente de Houston.

Los tranvías tienen la misma comodidad que los buses, pero son bien angostos. Funcionan de la misma manera con respecto al pasaje, que se puede comprar a bordo saliendo más caro, o pagar con las tarjetas que se cargan para diferentes períodos de duración o por diferentes montos.

Un día precioso, bastante soleado por momentos, que nos permitió caminar y sacar fotos hasta que se me agotó la batería de la cámara.

El parque es maravilloso. Madurodam es una muestra de lo que es Holanda en un tamaño pequeño. Todos los modelos expuestos de los diferentes puntos de interés son una imitación perfecta del original. Las maquetas son de material sintético porque deben permanecer a la intemperie, pero las zonas verdes son reales. Se mantienen mediante podas constantes y no superan los 60 cm mientras que de no ser podados llegarían a los 15 metros de altura..



La ciudad, aparte de ser un parque de atracciones, es un monumento a un caído en la guerra (George Maduro), quien murió en el campo de Dachau. Sus padres financiaron la ciudad en miniatura y los fondos recaudados sirven para obras en beneficio de la juventud.

El paseo es sumamente interesante y ameno. Se puede seguir una ruta sugerida en la papelería que se entrega al ingreso, donde está cada maqueta numerada con su explicación correspondiente.

Esta, por ejemplo, es la Basílica de San Juan - Hertogenbosh:


Durante todo el trayecto pueden verse coches, tranvías, trenes, buses, barcos en movimiento y también, colocando una moneda en diferentes puntos, puede obtenerse pequeños souvenirs (como chocolatitos en la fábrica de chocolates) o el funcionamiento del carrillón de alguna iglesia.

En la maqueta de Schiphol se ven los aviones carreteando por la pista; se ven puentes levadizos que se abren y se cierran al paso de los barcos, molinos en movimiento...

Iglesia "Nieuwe Kerk" de Amsterdam:



Este es el Puente Delgado de Amsterdam:



Sólo voy a poner aquí algunas fotos porque es tanto lo que hay para mostrar que no alcanzaría una semana para hacerlo. Pero quienes tengan ganas de verlas, están en mi Facebook.


Este niño a la entrada misma de Madurodam está vinculado a la historia del país ya que cuenta la leyenda que durante una inundación se produjo un agujero en un dique y él impidió que el agua se filtrara a través del mismo poniendo primero su dedo para taparlo y luego su brazo, permaneciendo así toda la noche, salvando así su ciudad.


Con Leti, a mitad de camino, decidimos hacer un alto para comprar algunos recuerdos y tomar un café. El lugar era tan cómodo y acogedor que pensé que era una buena idea quedarme a pasar el resto del día allí, terminando de ver lo que me faltaba del parque y luego volviendo a sentarme allí a comer y tejer. O sea que cambié mi paseo por el centro comercial de Den Haag por una tarde de tejido en un mullido sillón del restaurante de Mouredam.

Almuerzo: Leti me había acompañado a hacer una recorrida por el lugar para ver qué era lo que se podía pedir para almorzar…, pero de los platos calientes ninguno me ofrecía la suficiente certeza de que no tendría PEPINO o que no sería una FRITANGA o que no tendría algún aditamento que no me gustara…, de modo opté por una especie de “fosforito” gigante relleno de queso, que supuestamente le tendría que pedir al señor encargado de la cocina que lo calentara.

Cuando llegó el momento, me dirigí a ese sector y me paré disimuladamente detrás de varias personas para ver cómo actuaban. Todas pedían cosas extrañas acompañadas de papas fritas y de salsas con maní. Ninguna pedía el “fosforito gigante”. Comencé a dudar…, miré el expositor donde estaba MI FOSFORITO y noté que estaba un tanto calentito. “Mmmm –me dije-, esto me parece que ya está a punto…, quizás no haya que pedir que lo calienten”.

Continuando con mi investigación ocular pude descubrir que sobre el mostrador había una bandeja con una pinza como para agarrar “fosforitos calentitos”. Ya con bastante seguridad y coraje, abrí la puerta, amenacé al fosforito con la pinza y lo cacé de una!! Listo!!, a otra cosa!!!

Ahora venía la bebida: había optado por un jugo de naranjas recién exprimido en la máquina, que me tenía que servir yo sola. Genial…, no tenía que hablar!! Así que no tuve ningún inconveniente.

Pagar tuvo sus complicaciones porque lamentablemente tengo sólo 2 brazos, que no me alcanzan para sostener la bandeja oscilante, el bastón, la mochila y tratar de maniobrar con el monedero y pagar…, pero lo logré!!

Luego de una tarde matizada con el resto de mi recorrido por el parque, mucho de tejido y algo de alimentación, llegó el momento de emprender la retirada.

Eran las 16 hs y yo tenía que encontrarme con Leti a las 17:45 en la Station Centraal de Den Haag (8 estaciones más o menos de tranvía desde el lugar donde yo me encontraba).

Tenía bien claras las indicaciones de cómo encontrar la parada del tram: cruzar la avenida que está frente a la entrada del parque y avanzar algunos metros hasta encontrar “la parada”.


Por supuesto, cuando salí comencé a dudar… Hay tantas avenidas… Me dirigí a la primera persona que me pareció adecuada preguntando “Please, could you tell me where to take the tram to go to Centraal Station?”. Con toda claridad la joven me indicó que cruzara la avenida y caminara unos metros hasta encontrar la parada.

Muy contenta me dispuse a cruzar la avenida por la senda marcada a tal efecto y, como corresponde, esperé pacientemente que una luz roja con forma de rombo cambiara a color verde. Pero los minutos pasaban y la luz continuaba roja. No parecía querer cambiar de color… Con bastantes dudas y temor de que viniera algún gendarme a detenerme, me lancé a cruzar la primera parte de la avenida (la de las bicis). Una vez allí, y viendo que no tenía todavía puestas las esposas, decidí que era hora de tomar nuevamente coraje y continuar mi cruce de la avenida. Para mi sorpresa, cuando puse un pie bajo el cordón, los coches se detuvieron y me dejaron cruzar… Más tarde, cuando se lo conté a Leti, ella me dijo que esa luz está en rojo para indicar al tram que no puede pasar…, parece que sólo se pone verde para permitir el paso del tranvía…, no de los peatones inseguros.

“Genial –me dije- ahora a buscar la parada del tram N° 9” (el 9 me persigue). Caminé como 40 metros y no aparecía la garita para esperar el tram… “Cómo puede ser?, si tiene que estar por aquí…”. Me detuve para mirar la garita que estaba en la vereda contraria (antes de cruzar la avenida mentada), pensando que tenía que buscar algo similar, y en ese momento vi que, delante de mí, en el medio de la calle, había una garita!!! Sucede que no había reparado que los tranvías, además de tener un trolley hacia arriba, también utilizan rieles por donde corren sus ruedas… Y esos rieles están (tanto de ida como de vuelta) del mismo lado de la avenida.

Ya a esta altura de los acontecimientos estoy tan acostumbrada a que nada me salga de una que no me preocupo. Lo único que tengo que tener presente es que mis tiempos tienen que tener mucho de excedente, para no generar además, el estrés de saber que me están esperando en algún lado.

Finalmente el tram N° 9 llegó y me subí. Pasé la tarjeta por el lector…, pero no escuché el ruidito que hace cuando registra el input… Tampoco pude ver si había modificado el saldo en el visor porque el reflejo del sol me lo impidió y se borra rápidamente. “Y ahora qué hago? Habrá registrado el ingreso o no? Y si no registró el ingreso y yo paso la tarjeta cuando me bajo y lo toma como que recién estoy subiendo? Y si asumo que no registró el ingreso y no la paso al bajar cuando llego? Y si resulta que no la paso cuando llego y estuvo registrado el input?”… Por Dios!!!, qué hago???

Me levanté muy tímidamente y caminé hasta el conductor con ánimo de explicarle mi situación. Cuando se detuvo (no se puede hablar con él mientras el vehículo esté en movimiento) descubrí que era una “conductora” muy joven y agradable que me indicó que la pasara nuevamente para ver si estaba registrado el input. Estaba registrado, de modo que hubo que volver a pasarla para que lo habilitara nuevamente y ahora si, cuando llegara, registrara la salida. Todo es muy automático y funciona de maravilla, pero para mi es tortuoso y complicado.

Llegué a la Station Centraal tempranísimo. Crucé con el malón hacia la estación y entré con el malón y con el mismo malón me dirigí a las escaleras mecánicas. Mientras iba subiendo me pareció recordar que yo no había bajado escaleras en esa estación… Ya me reía yo sola… Llegué arriiba y muy disimuladamente comencé a descender por las escaleras aledañas.

Y bueno…, así fue como finalmente llegué al lugar del encuentro con tiempo suficiente para dar una vuelta por dentro de la estación y ver los negocios que había (por supuesto ni soñar con salir de la estación!!).


Antes de que el tren arrancara me llamó la atención que varias personas se acercaban a un poste de acero colocado sobre el andén. Algunos colocaban algo en unos orificios; al ratito me di cuenta de que era un cenicero gigante donde TODOS arrojan los puchos antes de subir al tren. No hay un solo pucho en el andén y mucho menos en el tren, donde además hay al lado de cada hilera de asientos unos bolsillos para arrojar la basura (papeles, restos de comida, botellas, etc.).

No comments:

Post a Comment